jueves, agosto 31, 2006

Onán

Qué es este oso, por qué le suena tanto. Es rojo, pequeño, con los brazos muy largos. De felpa, como las cosas que no duelen. Le bautizan con el nombre de Onán a la lumbre de un buen vino, porque sólo es capaz de abrazarse a sí mismo. Aunque se le ocurren muchos otros nombres, nombres sin ficción de hombres que sólo pueden, los pobres, abrazarse a sí mismos. Onán es todos esos hombres y algunos más que no recuerda. La mira con ojos de ratón, unos ojos tan pequeños que dan la vuelta, que miran hacia atrás perdidos en un resbalón, zas, diluido como una lágrima en la lluvia. Por esa mirada de viejo Onán parece tener el secreto de las cosas. Y sin embargo. Onán es un pobre oso de felpa que ignora los códigos para interpretar el presente. No se quiere, pero se abraza porque un día se quiso. No la mira, pero fija sus ojos en la foto del día en que la vio. Está solo. No vive, aunque un día tuvo los brazos cortos y la mirada intensa. Y sin embargo. Ella quisiera ser Onán para abrazarse fuerte. Para que el pasado explotara en su lengua como un peta zeta o una burbujita de champán.

miércoles, agosto 30, 2006

Diez mandamientes

1- Amarás a Dios sobre todas las cosas, incluso sobre aquellas que son tan hermosas que te hacen pensar ojalá no haya nada después de la muerte. Ojalá el paraíso sea esto. Ojalá el paraíso seas tú.
2- No tomarás el nombre de Dios en vano, ni siquiera cuando la belleza sea tan grande que sólo se pueda definir con lo que no existe. Con lo que no es.
3- Santificarás las fiestas, sobre todo aquellas en las que no hay más vino que el corre por las venas, ni más ostia que la de unas piernas en agudo.
4- Honrarás a tu padre y a tu madre, incluso en la ruptura que implica entender en plena tormenta que no te consultaron antes de hacerte lo que eres.
5- No matarás, ni siquiera a quien te pida la muerte lenta y dulce del orgasmo.
6- No cometerás actos impuros, ni siquiera cuando creas, a través de la alquimia, poder convertirlos en oro.
7- No hurtarás, ni siquiera cuando nos encontremos cara a cara y quieras arrancarme los ojos a mordiscos.
8- No dirás falsos testimonios ni mentiras, ni siquiera cuando la ficción sea más hermosa, más pura, más cálida que la realidad.
9- No consentirás pensamientos ni deseos impuros, ni siquiera a esa hora de la noche en que la mente viaja donde el cuerpo tiene vetada la entrada.
10- No codiciarás los bienes ajenos, ni siquiera cuando sepas que sólo tú, seamos sinceros, resistirás tanto aleteo sin abrir la mano en que me tienes.

martes, agosto 29, 2006

Amistadina

Ella camina despacio y se sienta en un banco a esperar el paso del tiempo. El paso del tiempo se acerca despacio y guapo como nadie, trajeado y con sombrero de ala ancha, como los hombres de las fotos de otros tiempos. El paso del tiempo se sienta a su lado y también espera. Ella lo sabe aunque no hayan hablado, porque juntos van fumándose las horas y soltando un humo espeso que es casi tacto.
Por fin llega ella y los tres se levantan del banco y caminan por la ciudad, atraviesan bares y esquinas y llegan a Manchester. La luz roja les asusta un poco, o igual es que hace tanto que no se ven. Quieren decirse todo y les tiemblan los labios y las rodillas. Y sin embargo. No hablan de lo que de verdad mueve sus mundos por miedo a no elegir bien el idioma. Por fin deciden tomarse un par de gyntonics y mojar las ganas en las burbujas. Se quieren de esa manera extraña en que se quieren dos personas que lo saben y no lo dicen. Todo toma un color transparente mucho más intenso que el rojo de las paredes de Manchester. Y sin embargo. Siguen sin hablarse de lo que de verdad las hace bailar.
Suena un teléfono y deciden mudarse de ciudad. Siguen los gyntonics y el dinero se echa a dormir, cansado ya de no tener el valor de las palabras. La noche pretende ser ideal, aunque el paso del tiempo les patea el culo. Han encontrado compañía con la que seguir la noche, cerrada como sus bocas de no decir verdades, y se deslizan como ladronas hacia donde no les hagan luz de gas.
La música suena y ella piensa que no es música sino animalitos amenazantes, y de pronto ya no lo piensa sino que de verdad lo son, animales salvajes que la acechan, la violan, la encuentran, la raptan. Ellas se creen lejos de sus garras junto a sus dos acompañantes que hablan como quisieran hablar todas las bocas del mundo. Y sin embargo. No hay seguridad de vencer. Las bocas dejan de hablar y de pronto ya no son bocas sino grutas, grutas que dejan entrever toda la maldad del inocente que hiere sin quererlo, esa manera de herir que tienen algunos inocentes, pobres, que han nacido, sobre todo, para ser el puñal del mundo. Y eso también tiene una parte tan tierna que la hace llorar.
Ella acaba la noche sola y cansada de ser hombre. Ya queda menos, piensa, para estar ciega. Tanta fealdad le daña las pupilas, le irrita los párpados, le pudre la córnea. Y sin embargo. Tanta fealdad y todavía, la ves?, todavía sigue tirándose al espejo.

lunes, agosto 28, 2006

Muertes y demás perversiones

La lengua (la de ella), un rayo de sol resquebrajando la tormenta eléctrica de la boca de la otra. La ira (la de ella), astilla de arena levantada en la humedad de la orilla más peligrosa del sexo de la otra. Humedad (la de ambas) que todo lo arrolla, que todo lo arrulla y que todo lo vence. De qué se discutía antes del baño de zumos: no tiene importancia; palabra que entra en crisis como mujer en los cuarenta. Lo primero fue el verbo y sería el verbo capaz de destruirlas. Lo último será la carne, será la tierra. La piel hecha verbo desecha al verbo. Sobran la uve, la e, la erre, la be y la o ante los dedos (los de ella) desgranando (uno a uno, grano a grano, granada de mano, arma de entrepierna) la antigüedad griega de la gruta de la otra.

Muerte en brazos de o a manos de. Preposiciones y matices. Buscad ahí la verdad.