Soberbias (o el misterio de la fertilidad)
Javier Marías la encontró entre el humo cuando el tiempo era un yunque atado al cuello. Hablaron breve y se contaron poco, trabajo y coincidencias. Se despidieron. Cada uno siguió por su lado, y hubo risas y calma y vida, y pasaron estaciones, fríos, veranos, caídas, el uno fuera del alcance del otro, pero ay… esa noche engendraron el matiz, y al tiempo nació la verdad.
Ahora conoce lo fecundo que resulta el pensamiento cuando se planta en un cuerpo fértil, aunque en otro tiempo fuera tierra yerma.
Javier Marías se castigó por el pensamiento que le asaltó cuando se separaron: tuvo la certeza de que acercarse a él la haría mejor. En qué rincón telarañoso, se preguntó, crecen sin censura pensamientos tan soberbios.
Sólo al cabo del tiempo, cuando la vio entrar en su vida y cogerle de la mano, entendió que ese pensamiento fue la semilla de la abundancia que ahora recolectan.
Ahora conoce lo fecundo que resulta el pensamiento cuando se planta en un cuerpo fértil, aunque en otro tiempo fuera tierra yerma.
Javier Marías se castigó por el pensamiento que le asaltó cuando se separaron: tuvo la certeza de que acercarse a él la haría mejor. En qué rincón telarañoso, se preguntó, crecen sin censura pensamientos tan soberbios.
Sólo al cabo del tiempo, cuando la vio entrar en su vida y cogerle de la mano, entendió que ese pensamiento fue la semilla de la abundancia que ahora recolectan.