miércoles, enero 24, 2007

Mimosas

Saber tanto del mundo,
saber, por ejemplo,
que somos mimosas
(que la alegría amarilla en tres días será viruta de madera,
que el olor de cumpleaños, aire pesado y enfermo,
que los pomos esponjosos, puños cerrados)
es el peso de los muertos que descansan en tu estante,
felices y dolientes bañados por el sol.

Sólo en tu cuarto,
o en el cuarto del desorden,
no hay gravedad:
el olor a mar de cera
y los niños que cuelgan y bailan
son el juego que nos traemos entre manos.

Entonces no pesa la cultura,
ni el legado de tus muertos,
ni nada significa nada,
ni decimos nada.
Sólo carne y juego
en un tiempo tan pequeño.

martes, enero 16, 2007

Enfrentamientos

Enfrentarse a la muerte con los ojos bien abiertos. La enfermedad al desnudo, impúdica y salvaje, selvática. Pequeño en el sofá, escoger las palabras que crearán la muerte. Y crearla. Decir la muerte. Comerla, pasearla, llorarla. Ser la muerte ahora que eres, ahora que estás.

Intento imaginar que es a mí a quien le quedan tres meses. Ésta será la última vez que tecleo tecleo. Pues era la penúltima. Tecleo. Ahora sí, ésa era la última. Aunque nunca sabes. La última vez que nos celebramos, que repto quilómetros de sábana para llegarte, que amanezco un domingo de plomo. Me verá a mí la que se mire en tus ojos acuosos; tus manos perderán elocuencia y ganarán surcos como líneas de memoria.

Pero ningún luto es eterno.

Por eso déjame decir la muerte; comerla, pasearla, llorarla como si fuera mía ahora que soy, ahora que estás.