miércoles, febrero 14, 2007

Donaciones

"El amor te fractura. O te libras de él o lo incorporas mediante la distorsión de ti mismo"
Philip Roth en El animal moribundo

Penetrar en Ishiguro y entender que has sido engendrada para reponer los órganos enfermos del mundo. Instalarse en el abismo y que sea tu mano la que arranca un pulmón, el bazo, parte del intestino. Donarte al otro para que sea el otro quien viva, las vísceras derramándose entre tus dedos.
No encontrar mejor camino para decir el amor.
Y de pronto, aún convaleciente, el vacío de las donaciones es un suspiro leve, apenas un aliento: donde antes hubo vísceras, ahora hay lugar para que se derrame la vida.

miércoles, enero 24, 2007

Mimosas

Saber tanto del mundo,
saber, por ejemplo,
que somos mimosas
(que la alegría amarilla en tres días será viruta de madera,
que el olor de cumpleaños, aire pesado y enfermo,
que los pomos esponjosos, puños cerrados)
es el peso de los muertos que descansan en tu estante,
felices y dolientes bañados por el sol.

Sólo en tu cuarto,
o en el cuarto del desorden,
no hay gravedad:
el olor a mar de cera
y los niños que cuelgan y bailan
son el juego que nos traemos entre manos.

Entonces no pesa la cultura,
ni el legado de tus muertos,
ni nada significa nada,
ni decimos nada.
Sólo carne y juego
en un tiempo tan pequeño.

martes, enero 16, 2007

Enfrentamientos

Enfrentarse a la muerte con los ojos bien abiertos. La enfermedad al desnudo, impúdica y salvaje, selvática. Pequeño en el sofá, escoger las palabras que crearán la muerte. Y crearla. Decir la muerte. Comerla, pasearla, llorarla. Ser la muerte ahora que eres, ahora que estás.

Intento imaginar que es a mí a quien le quedan tres meses. Ésta será la última vez que tecleo tecleo. Pues era la penúltima. Tecleo. Ahora sí, ésa era la última. Aunque nunca sabes. La última vez que nos celebramos, que repto quilómetros de sábana para llegarte, que amanezco un domingo de plomo. Me verá a mí la que se mire en tus ojos acuosos; tus manos perderán elocuencia y ganarán surcos como líneas de memoria.

Pero ningún luto es eterno.

Por eso déjame decir la muerte; comerla, pasearla, llorarla como si fuera mía ahora que soy, ahora que estás.

domingo, diciembre 24, 2006

Soberbias (o el misterio de la fertilidad)

Javier Marías la encontró entre el humo cuando el tiempo era un yunque atado al cuello. Hablaron breve y se contaron poco, trabajo y coincidencias. Se despidieron. Cada uno siguió por su lado, y hubo risas y calma y vida, y pasaron estaciones, fríos, veranos, caídas, el uno fuera del alcance del otro, pero ay… esa noche engendraron el matiz, y al tiempo nació la verdad.

Ahora conoce lo fecundo que resulta el pensamiento cuando se planta en un cuerpo fértil, aunque en otro tiempo fuera tierra yerma.

Javier Marías se castigó por el pensamiento que le asaltó cuando se separaron: tuvo la certeza de que acercarse a él la haría mejor. En qué rincón telarañoso, se preguntó, crecen sin censura pensamientos tan soberbios.

Sólo al cabo del tiempo, cuando la vio entrar en su vida y cogerle de la mano, entendió que ese pensamiento fue la semilla de la abundancia que ahora recolectan.

sábado, diciembre 23, 2006

Detonantes (o cuento de Navidad)

Qué más da si Madrid o madrugada cuando suena el despertador con voz tan ronca. Al primer abrir de ojos la arena empieza la carrera por el embudo de un nuevo día, como si alguien le corriera detrás. Te dejas caer en mitad de la calle y el aire te corta las mejillas con zarpazo de sable. Escondes el cuello bajo el abrigo, inalcanzables tus heridas de guerra contra la ciudad vestida de fiesta; semáforo a semáforo desfilas entre desniveles de este monstruo madrugador que es el asfalto en diciembre.
En tu puesto de trabajo caras pálidas y dedos como gusanos encarnados vendrán a pedirte un billete que les lleve a donde no quieren ir: al trabajo, a un examen, de vuelta a una casa donde nadie les espera. Por eso les has visto llorar al retirar su cambio, gracias. A veces abren las manos y dejan caer las monedas al suelo. Sólo a veces por torpeza.
Acabarás el turno y saldrás a la calle, los bolsillos llenos de lágrimas de otros. Serpenteando entre la gente, nadie te mirará ni te tocará. En dos pasos te plantarás en casa, que es el único vientre, y abrirás el buzón pensando que ayer sobró comida, que la vida está muy cara, que mañana todo vuelve.

Pero entre la propaganda y las facturas brillará un sobre arrugado, pequeño, escrito a mano.

No regresa, pero desde una ciudad lejana, impronunciable, piensa en ti mientras pasea por calles iluminadas.

De pronto, la casa es cárcel y no vientre. De pronto, los tejados son ciudades, y las luces, guiños. De pronto, cables como puentes.

miércoles, diciembre 13, 2006

Prostituciones

-Repíteme la fórmula hasta que se te duerma la mandíbula, hasta que el ritual cave en ti nuevas arrugas.

-La felicidad es ser coherente entre lo que piensas, lo que dices y lo que haces.

-Quiero quedarme porque me hace bien tu cercanía. Porque tengo que estudiar y en casa no hay manera. Porque la sal me sube la presión. Porque el cava que derramas vale más que los 20 euros por los que voy a prostituirme.

(Lo que piensa)

“quiero quedarme porque no hay nada mejor que compartirnos. Porque no necesito estudiar para aprobarte. Porque sólo bajo tu tienda compensamos el abismo. Porque no quiero final escondido tras el cava”.

(Lo que hace)

(Se va porque es martes y toca cobrar. Porque imagina a sus hijos en un colegio de pago. Porque cree conocer el valor del dinero).
(Lo que no sabrá)
- Ahí va la gata más infeliz de la ciudad. Te hubiese dado 300 para pasaras conmigo el resto de la tarde.

lunes, diciembre 11, 2006

Encierros

Terminar el año sin haberse convertido en dos afilados cuchillos clavados en la carne del mundo los pilló desprevenidos. Encerrados en el bunker anestesiaron durante dos días la cercanía de tantas muertes (ya la oigo respirar en mi oído, la nuestra será una muerte acantilado, no quiero puñal sino guillotina, no quiero vísceras ni verbenas ni puentes, quiero cerrar la puerta y ser historia). El suelo donde se libran las batallas tiene sus propios mecanismos de memoria: la piel serán las sobras, blanquecina por la cal de los excesos; piel-lienzo para minúsculas heridas que sangrarán hasta volver a casa.

“Tots dos vam voler ser heura enfiladissa
I cap dels dos mur que roman”

Y de pronto una revelación y cree poder plantarle cara a la muerte. Pero ha sido sólo un momento. Demasiadas caricias en el aire viciado del encierro.