domingo, septiembre 03, 2006

Anna

Anna triste y sola. Y sin embargo. Anna se llaman las mujeres fuertes y seguras, con sus enes tan sonoras y repetidas.
Entiendes que no coleccione mariposas tristes ni nubes de verano, será que el tiempo no le deja muchas ganas de coleccionar algo que no sean arañazos o fracasos o mordidas o sangres o latidos. Anna llora mucho, llora tanto que a veces le da por llorar en los lugares más inesperados, como delante de una tortilla de atún o en mitad de una clase de violonchelo. Sabes que en otro tiempo se esforzaba por ordenar las lágrimas en sus ojos de miel antes de precipitarse al vacío, pero ahora ha entendido que se ordenan las facturas o los apuntes, pero no las lágrimas, que acaban desbordándole las cuencas de los ojos y disparándose como un confetti cualquiera. Los papelitos de confetti de Anna, papeles escritos con tinta de otro tiempo. Quizás un día explote por culpa nuestra y entonces podrás reconstruir un cuento de dragones, castillos, princesas, hadas, sapos y fortalezas, que de tanto ser fortalezas pasan a ser cárceles. Y Anna vive en un castillo que es a la vez su cárcel, la cárcel que con tanto esfuerzo ha construido con los años. Y pasa el tiempo armada hasta los dientes mientras espera que alguien la salve de si misma.
Y tu te sientas en el sofá de su casa y le cuentas todo esto, y después de su tercer bostezo entiendes que empieza a impacientarse, será que no le interesa nada la historia de su vida o que echa de menos la calma sencilla de la soledad de su casa, mientras tú no entiendes cómo es posible que Anna no te necesite. Pero no te necesita y cuando te das cuenta ya estás en la puerta, Anna empujándote levemente con las yemas de los dedos, casi sin rozarte, y se despide de ti como siempre, fría y distante, con ganas de que te vayas. Y Anna no sabe que algo se ha roto, que tú habías planeado quedarte hablando con ella hasta la madrugada. Pero Anna ya ha cerrado la puerta y la que se siente sola eres tú, esperando en el rellano de casa de Anna que pase algo, que pase algo enseguida para no sentir que tú también guardas dentro una Anna que se siente triste y sola. Entonces llamas de nuevo al timbre porque de pronto has entendido que eres tú, y no ella, quien necesita compañía. Anna abre la puerta y tú la abrazas y sientes que el miedo desaparece, que la soledad se escurre, que Anna es una gran lumbre en mitad de la frialdad del mundo.

1 Comments:

Blogger Unknown said...

Es precioso...hace tiempo que no leia nada igual. Me he sentido muy identificada..mi nombre tambien lleva una n sonora, fuerte, de mujer luchadora...
Pasate por mi blog cuando quieras, estas invitada.

7:14 p. m.  

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